La nueva comida

Veo en las columnas actuales de la prensa diaria que “El Profesor Plumb, de la Universidad de Chicago, acaba de inventar una forma de comida altamente concentrada. Todos los elementos nutritivos esenciales se juntan en forma de gránulos, cada uno de los cuales contiene de ciento a doscientas veces más nutrición que una onza de un alimento ordinario. Estos gránulos, diluidos con agua, serán todo lo necesario para sustentar la vida. El profesor espera con confianza revolucionar el sistema de alimentos actual”.
Bueno, este tipo de cosas pueden estar muy bien a su manera, pero también van a tener sus inconvenientes. En el brillante futuro anticipado por el profesor Plumb, podemos imaginar fácilmente incidentes como el siguiente:
La familia sonriente estaba reunida alrededor de la mesa hospitalaria. La mesa estaba abundantemente puesta con un plato de sopa frente a cada niño sonriente, un balde de agua caliente frente a la radiante madre, y al frente de la mesa, la cena de Navidad del hogar feliz, cubierta por un dedal y apoyada en una ficha de póquer. Los susurros expectantes de los pequeños se apagaron cuando el padre, levantándose de su silla, levantó el dedal y reveló una pequeña píldora de alimento concentrado en la ficha que tenía delante. Pavo de Navidad, salsa de arándanos, pudín de ciruelas, pastel de carne picada: todo estaba allí, todo embutido en esa pequeña píldora y sólo esperando expandirse. Entonces el padre, con profunda reverencia y una mirada devota que alternaba entre la píldora y el cielo, elevó su voz en una bendición.
En ese momento, hubo un grito angustiado de la madre.
“¡Oh, Henry, rápido! ¡El bebé ha agarrado la píldora!”. Era demasiado cierto. El querido pequeño Gustavus Adolphus, el bebé de pelo dorado, había agarrado toda la cena de Navidad de la ficha de póquer y se la había tragado. Trescientas cincuenta libras de alimento concentrado pasaron por el esófago del niño despreocupado.
“¡Golpéalo en la espalda!”, gritó la madre distraída. “¡Dale agua!”.
La idea fue fatal. El agua que golpeó la píldora hizo que se expandiera. Se oyó un sordo estruendo y luego, con un tremendo estallido, ¡Gustavus Adolphus explotó en fragmentos!
Y cuando recogieron el pequeño cadáver, los labios del bebé se separaron en una sonrisa persistente que sólo podía tener un niño que se había comido trece cenas de Navidad.